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Hacia un manual de estilo cohesionador (y II)

Manual estilo cohesionador

En la primera entrega de esta temática en Edublog, en la intranet de Uniremington, me referí a que “un manual de estilo institucional (enfocado hacia lo editorial, especialmente), no debe tomarse como una normativa “policiva” y restrictiva”.


En la primera entrega de esta temática en Edublog, en la intranet de Uniremington, me referí a que “un manual de estilo institucional (enfocado hacia lo editorial, especialmente), no debe tomarse como una normativa “policiva” y restrictiva”.

Igualmente, retomé de forma argumentativa algunos conceptos que se expusieron en el “Décimo Seminario Internacional de Lengua y Periodismo – Manuales de estilo en la era de la marca personal”, realizado en España en 2015, y cuya lección inaugural estuvo a cargo del escritor colombiano Héctor Abad Faciolince, de quien cité algunas opiniones al respecto.

Para volver al hilo del asunto, en la pasada edición precisé sobre la necesidad de los manuales de estilo editoriales en cualquier organización (comercial, gubernamental, académica, etcétera).

En esta oportunidad amplío estos aspectos, centrado más en los elementos de dichos manuales y en las conclusiones del seminario internacional al que ya hice alusión.

Reitero: los manuales de estilo en cualquier organización son de gran trascendencia a la hora de planear escritos de toda índole, e incluso, proyectos y módulos educativos.

“Norma y estilo no se oponen, se complementan”

Navegando en internet y explorando sobre la importancia y referentes de los manuales de estilo, me encontré con múltiples opiniones y reflexiones sobre su elaboración y aplicación-. En este sentido, apelo entonces a mi subjetividad –de buena fe, claro está– transmitiendo algunos conceptos de la comunicadora social y teóloga española, Esther Azón Fernández (productora y guionista de radio y TV; responsable de comunidades virtuales o community manager; redactora de noticias y presentadora de noticieros).

Ella me ayuda a responder una pregunta que es muy común en nuestro medio, especialmente en el ámbito académico: ¿Qué son y para qué sirven los manuales de estilo?

Los manuales de estilo otorgan identidad, y constituyen un conjunto de normas para la escritura y el diseño de documentos, que proporcionan uniformidad en el formato. Hay tantos, y son tan variados, como el propio propósito de los mismos. Pero su utilidad es innegable para la unificación de estilos, la redacción, y la presentación de cualquier documento o publicación.

Un manual de estilo no se crea para enseñar a escribir o cómo aplicar una determinada regla ortográfica, sino para reglamentar preferencias de uso. Aborda, de forma detallada, cuestiones relativas a la escritura y al lenguaje; a los aspectos formales de la lengua escrita, así como también a los aspectos gráficos, técnicos y funcionales en el caso de los sitios web y de las aplicaciones”. (Los resaltados son míos e intencionales).

Ester Azón reflexionó además sobre algunos ámbitos muy cercanos a nosotros, como lo son el académico, el investigativo y el organizacional:

[…] las guías de estilo se revisan y adaptan periódicamente, y su principal función es establecer preferencias o matizar normas en ciertos contextos, tan variados como las disciplinas existentes. Por ejemplo, a los investigadores se les recomiendan unas pautas de estilo para sus artículos y libros; y a los autores, los editores les proporcionan sus propias directrices. Los departamentos de comunicación de las empresas tienen su manual de estilo editorial, y las ONG los suyos. Los diarios tienen, además de sus diversas líneas editoriales, manuales de estilo específicos sobre muchas otras cuestiones, entre las que se encuentra, por ejemplo, el diseño gráfico para la maquetación de sus páginas”. (Los resaltados son míos e intencionales).

Sumado a lo anterior, quiero destacar algunos apartes de las conclusiones del “X Seminario Internacional de Lengua y Periodismo – Manuales de estilo en la era de la marca personal”, realizado en octubre de 2015 en San Millán de la Cogolla (La Rioja) – España):

“[…]

1. Norma y estilo no se oponen, se complementan

  • Sin norma no hay estilo; es necesario conocerla antes de adoptar decisiones estilísticas, antes de innovar.

2. Los libros de estilo siguen teniendo sentido

  • Los libros de estilo de los medios siguen teniendo sentido: los ayudan a dotarse de una voz propia, marcan preferencias cuando hay varias posibilidades admisibles, iluminan las zonas grises de la norma, ayudan a interpretar las grandes obras académicas, que en ocasiones son complejas…

3. Los libros de estilo no pueden estar en un altar

  • En demasiadas ocasiones, los libros de estilo se quedan en las estanterías y se consultan poco.
  • Hay que lograr que sean orgánicos, que formen parte de la cultura de la redacción.

4. Los manuales de estilo pueden ser útiles para el público

  • Los manuales de estilo más generales, dirigidos a un público amplio, más allá de los límites de las redacciones, tienen utilidad en esta época en la que cada ciudadano es un medio capaz de comunicar y busca orientación para expresarse correctamente.

5. Los libros y manuales de estilo deben adaptarse a los nuevos tiempos 

  • Los libros y manuales de estilo deben contemplar que los contenidos creados para internet responden a unas pautas de escritura y lectura adaptadas a las pantallas y en las que no solo se escribe para personas, sino también para robots, especialmente para los buscadores.

6. Eliminar y adelgazar los sistemas de edición y corrección de los medios compromete su calidad

  • Además de libros de estilo, los medios necesitan correctores, asesores lingüísticos o editores profesionales que revisen el producto final.

7. Los correctores hacen mejores escritores y periodistas

  • Libros de estilo y correctores-asesores lingüísticos profesionales son complementarios. Los segundos recurren a los primeros, los consultan y aplican.
  • El autor suele ser el peor corrector de su propio texto. Se necesita un ojo entrenado (para detectar), imparcial (no implicado en el texto) y conocedor de los recursos (como los manuales de estilo). (El resaltado es mío e intencional).
  • La relación entre corrector y redactor ha de ser de confianza. Un buen corrector hace mejores redactores.
  • La labor de estos profesionales de la calidad del texto es accesible y asequible y, en un mundo en el que todos somos o podemos ser medios, deberá estar presente en ámbitos donde hasta ahora apenas lo ha estado: blogs, autoedición…”

En síntesis, un manual de estilo aporta al fortalecimiento de una identidad institucional, la cual, en términos reales es la que marca la diferencia y la notoriedad frente a otras organizaciones. Desde luego, ello exige el seguimiento y respeto de una normatividad establecida, la que debe entenderse como una “guía asesora para los escritos que procedan de la institución, incluyendo los que se publican en las redes sociales, los mensajes publicitarios y el uso de los elementos visuales que identifican a la entidad”, tal como lo planteé en la primera entrega de esta temática.

 

En suma, debemos tener en cuenta que somos parte de un entorno globalizado al cual debemos adaptarnos para una eficaz comunicación e interacción individual e interinstitucional.


César Augusto Muñoz Restrepo
Por:

Corrector de estilo institucional de Uniremington

cmunoz@uniremington.edu.co

Bibliografía web (mejor que “webgrafía” o “cibergrafía”): HopeMedia (http://bit.ly/2iX0zNX) y Cotranslating (http://bit.ly/2gEaYx4) / Los enlaces tienen técnica de acortamiento aplicado.

 

Imágenes copipegadas de: http://bit.ly/2w0cITu, http://bit.ly/2eE9R01 y http://bit.ly/2vFswzw   (Pixabay: banco de imágenes gratuito / Los enlaces tienen técnica de acortamiento aplicado).

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