Caro y Cuervo presenta compilación de diez mil colombianismos (1)
¡No es paja!
CARO Y CUERVO PRESENTA COMPILACIÓN DE DIEZ MIL COLOMBIANISMOS (1)
¡NO ES PAJA!
El Instituto Caro y Cuervo (ICC) está muy cerca de coronar el proceso de edición de un nuevo Diccionario de colombianismos, trabajo lexicográfico iniciado en 2015. Comparto en esta primera entrega, a manera de crónica, algunas anécdotas basadas en el vocabulario de colombianismos.
Soy un paisa que aprovechó sus vacaciones decembrinas de 2017 para embarcarse en un recorrido por varias ciudades de Colombia, un país que es suma de regiones y culturas. Y, de hecho, interactué vivaracho en medio de vocabularios diversos y coloquialismos generales, algunos, incluidos en el Diccionario de americanismos, avalado por la Real Academia Española de la lengua, y otros, en el Diccionario de colombianismos – 2012, editado por el Instituto Caro y Cuervo (ICC) de nuestro país. Fue para mí una holganza que me permitió mi “adicción” al idioma español ortodoxo, “disciplinado”, impecable, apropiado…
Primero, me permitiré narrarles, de manera breve y con ciertos ingredientes de crónica, algunas anécdotas basadas en el vocabulario de colombianismos con los que me topé, incluyendo los acentos (entonación), que, como dice María Bernarda Espejo, magister en Lingüista del Instituto Caro y Cuervo, “El acento tiene mucho que ver con la identidad cultural de cada región” .
Tiquete (tique) de salida
Salí de Medellín (Antioquia) para Ráquira (Boyacá) –región andina del país–. Al llegar al parque tradicional, embolatado por completo, debí acercarme a un señor adulto (cucho, fraternalmente) que estaba sentado en una banca y le pregunté por una hospedería que me pudiera recomendar. Me miró de forma extraña y me dijo: -“¿sumercé qué es lo que necesita?” Le aclaré que necesitaba un lugar barato para quedarme y me respondió: -“Ah, una runchera, como dicen en Bogotá…” –sentí que me lo dijo en tono despectivo– Lo miré extrañado y le dije: -“Pues… sí, aunque yo soy paisa”. De todas maneras, muy acomedido, me indicó las “vueltas a la derecha y a la izquierda” que debía caminar para llegar (no me hablaba de política). Por fin encontré el lugar. Al entrar, comprendí porque su tono peyorativo al recomendarme una runchera. Quien me atendió, me miró de arriba abajo y me preguntó: -“¿usted es un bichirón?” -“No entiendo –interpelé–; y él me replicó: -“Pues porque apenas trae una chisgua”, señalando mi mochila”. Hice caso omiso. Le pedí entonces algo para beber y me dijo: -“Te ofrezco guarruz”. -“Y eso sí…”, añadió, -“¡Cuidado con una fucha aquí!”. Preferí no preguntar más. Lo mejor era andonear –como lo aprendí allí–por las calles del pueblo e ir averiguando las expresiones típicas de ese municipio y de Boyacá en general.
De Ráquira me fui para el municipio de Maní (Casanare), en los Llanos Orientales de Colombia. No pregunté por hospedaje. Lo busqué. Después quise recorrer esta población y me pusieron a la orden un cachilapo. Ahí si debí preguntar a que se referían. Me hice amigo de un babero muy atravesao, con quien me adentré en un barotal para ver con qué nos encontrábamos. Después, sanos y salvos, fuimos al parque a comer cachapa, y claro, no podía faltar luego el boroboro, donde la chucha y el arpa eran protagonistas, así como unas delicadas damas llaneras. El babero y yo nos volvimos bien camaritas y esperamos volver a vernos en mis próximas vacaciones.
Al día siguiente me fui para Bogotá (Cundinamarca). El primer lugar que busqué fue un restaurante. Me agobiaba el hambre. Observé a lo lejos una carne, que aún sin preparar, se veía de buena calidad. Pregunté de que tipo era y me dijo el mesero: es rila. Hasta ahí llegó mi apetito. Confieso que a mi regreso consulte el Diccionario de colombianismos actual. Vale anotar que me arrepentí de no haber pedido esa carne, según lo que describe esta compilación de expresiones con sabor colombiano.
Posteriormente hice un cambio radical. Abordé un autobús hacia Montería (Córdoba). Antes de llegar al alojamiento, ingresé a un almacén de esos que denominamos en Medellín como “agáchese” y pregunté por unas arrastraderas. La hermosa vendedora, en tono burlón, me dijo en su sabroso tono costeño y con un ritmo “Fórmula 1”: -“Y es que se va a arrastrar ante mí?”, lo cual me sorprendió. Le pregunté: -“Por qué me dice eso?” Ella contestó: -“Ah, porque ajá” y siguió riéndose. Tuve que señalarle lo que realmente necesitaba. Me quedé un rato más conversando con la vendedora –Matilde, es su nombre–. Y aclaro: yo no estaba buscando un plan de amigovios. En medio de la conversación le dije: -“Este negocio es un machete” –por tantos clientes que entraban–, y la niña Mati (disculpen la confianza… así la guardé en el directorio de mi celular), con su contagiosa alegría costeña, me replicó: -“Y ajá, ¿es que usted cree que está en un colegio?”. Con esa respuesta, lo del “machete” también lo incluí en mi consulta en el Diccionario de colombianismos. Debo anotar que, por esos lados, al entrar a ciertos almorzaderos, cuando me ofrecieron como parte del menú los bollos, los rechacé. Por supuesto, luego me di cuenta que me faltaba conocer más del léxico y la cultura costeña.
En fin, en ese recorrido por varios municipios de diferentes regiones de Colombia, abordando mochileros (muchileros), puede decirse que en ciertos momentos la embarré o, como dicen popularmente en Colombia, lo que hice fue “mear por fuera del tiesto”. Debí hacer aclaraciones para “traducir o que me tradujeran”, de manera constructiva, ciertos términos que se mencionaron en esos foforros, como, por ejemplo: mazamorra, desorejado, caspa, casquilllo, habano, cuca, madrina, filo, charro, entre otros. Además, sostuve alegres charlas en cada golpe que tenía oportunidad de disfrutar en mi viaje de mochilero (en lo personal) y en algunas guachafitas en las que me permitieron estar, aún con pocas lupias.
Espero que estas cortas anécdotas personales sean un gancho para que en la próxima edición del periódico En-Torno, ustedes retomen la lectura de este espacio en el que haré alusión más concreta a la próxima edición del Diccionario de colombianismos en 2018 editado por el Instituto Caro y Cuervo (ICC), el cual incluye –y no es paja– 10 000 expresiones que representan a las diversas culturas de nuestro país y que enriquecen nuestra comunicación e interacción cotidiana. “Nos vemos”.
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Por:
César Augusto Muñoz Restrepo
Corrector de estilo institucional de Uniremington
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