Author: admin-leydi
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A propósito del artículo: “La tecnología para el lenguaje español: ¿un mal necesario?” el cual publiqué el 29 de junio del año en curso en Edublog, hice memoria frente a algunas anotaciones y lecturas que he “digerido” en relación con las diferencias de la redacción tradicional o clásica y aquella que se plasma en internet, sobre todo en el género periodístico. A propósito del artículo: “La tecnología para el lenguaje español: ¿un mal necesario?” el cual publiqué el 29 de junio del año en curso en Edublog, hice memoria frente a algunas anotaciones y lecturas que he “digerido” en relación con las diferencias de la redacción tradicional o clásica y aquella que se plasma en internet, sobre todo en el género periodístico. También recordé algunas inducciones y lecturas en donde se recalca que para la edición y despliegue de textos en el mundo del ciberespacio (sitios web y redes sociales, en particular), hay que tener en cuenta aspectos como las “cabeceras h1 con la keyword principal de cada contenido”; o que “la descripción debe ser de 250 caracteres máximo”; que “la url del contenido debe tener la palabra clave, ojalá, al comienzo de la frase”, entre otros parámetros que aconsejan los especialistas en el ramo. Y tienen los argumentos: estas pautas son fundamentales para que los navegantes en internet se topen con la información requerida sobre los productos o servicios que ofrecen las incontables de empresas o entidades del mundo, sin importar su rango, nacionalidad, filosofía, experiencia, etcétera. Medios que no se excluyen En particular, creo que realmente no hay un “versus” entre la redacción clásica o tradicional y la evolución que hoy enmarca el ciberespacio para alojar contenidos visibles, estadísticamente populares y que mantengan unos criterios de calidad en su estilo y redacción. No se excluyen. De hecho, aunque son dos espacios diferentes, en ellos también confluyen usuarios que gustan de la lectura de medios impresos (libros, revistas, periódicos, etc.) que buscan complementar una información a través de sitios web específicos, y viceversa. En síntesis, se complementan. Precisamente –y no es paradoja–, en mi “navegación” a través de internet me encontré con una explicación, que, a mi juicio, es muy coherente y precisa; que resume las diferencias entre la redacción tradicional y la que está orientada hacia la web. Leí, por ejemplo, en el blog “Vivilia.com”, lo siguiente: “A diferencia de lo que puedas creer, la distinción fundamental entre los libros, revistas o periódicos impresos y los artículos de la web no es el soporte físico o electrónico. Lo que marca la diferencia es la forma de presentar los contenidos adaptados a un perfil específico de lector con motivaciones diferentes. […] Quien lee un libro o una revista especializada busca profundizar en un tema en particular, mientras que el usuario de Internet espera encontrar una información rápida y sencilla para aclarar sus dudas. Además, no suele pasar mucho tiempo en una misma página. Tampoco acostumbra a leer textos muy largos. Los expertos afirman que un internauta ni siquiera lee, sino que “escanea” la información fijándose solo en las palabras o frases que le llaman la atención”. Hay que dejar claro que la ética, la veracidad y la claridad en los contenidos son valores que no hacen excepciones. En este contexto de búsqueda de respuestas, también me encontré con unas diferencias que se exponen en Miamidiario.com (“Vive Miami en español”), referidos especialmente al campo periodístico: “…los lectores digitales requieren que sea el medio quien jerarquice las noticias y destaque qué es lo más importante porque no cuenta con las mismas estrategias de visualización de los medios tradicionales. En los medios impresos, el lector puede armar y determinar la importancia de las noticias debido al tamaño del titular, la tipografía y espacio que ocupa cada información. A diferencia de los medios impresos, los cuales sabemos que contendrán las informaciones más importantes del día anterior; los medios digitales se enfrentan al reto de la inmediatez que, aupado por el auge de redes sociales como Twitter en donde el periodismo ciudadano juega un papel fundamental, hacen que sus dinámicas de trabajo sean mucho más rápidas para poder ser competitivos y estar actualizados. Al lector digital le interesa conocer "el aquí y el ahora", mientras que el de impreso, sabe que obtendrá la misma información, pero con mayor profundidad. Una de las cualidades esenciales de los medios digitales es que, en una misma publicación no sólo le permite al lector conocer la información de primera mano, sino que, por su naturaleza multiplataforma, brinda otros complementos de la noticia como videos, galerías, enlaces relacionados […] Uno de los retos del periodista digital es el lenguaje, puesto que, dada las necesidades de información del lector y la naturaleza del medio, se ve en la necesidad de crear contenidos más directos y totalizadores que permitan en una lectura rápida recopilar la mayor cantidad posible de datos relevantes. Se supone que el lector de impresos cuenta con un mayor tiempo para leer, por lo que es el mismo quien arma el "mapa" de sus intereses y cómo accede y jerarquiza la información que el medio le presenta. En cuanto al lenguaje, ya habíamos comentado que el lector digital requiere de la economía del lenguaje para hacer su lectura más amena, mientras que en el mundo impreso se suele recurrir (sic) la reiteración de ideas por no poseer el concepto de entradas múltiples, retroceder la página, etc. (sic) […]” Por todo lo anterior, en lo posible traté de escribir enfocado hacia un canal virtual, sin saber en verdad si he logrado hacerlo de la mejor manera. Ello me deja más convencido de que cada vez más es necesario adentrarme –adentrarnos– en esas pautas específicas para redactar contenidos en esta evolución hacia el ciberespacio. Enlaces de fuentes referenciadas (Los URL tienen técnica de acortamiento aplicado): Blog Vivilia.com: http://bit.ly/2vTPVct MiamiDiario.com: http://bit.ly/2tEEKYq Imágenes copipegadas de: http://bit.ly/2eJn1IF; http://bit.ly/2vCM2sW; http://bit.ly/2tEjnXg y http://bit.ly/2v100b1 (Pixabay: banco de imágenes gratuito / Los URL tienen técnica de acortamiento aplicado). Por: César Augusto Muñoz Restrepo Corrector de estilo institucional de Uniremington cmunoz@uniremington.edu.co
Antes de adentrarme a la cuestión que referencia el título de este artículo, debo reconocer que el texto: “La cultura del lenguaje en Colombia, una mixtura de extranjerismos y coloquialismos”, que publiqué en dos entregas en la intranet de Uniremington, en este espacio de Edublog, en la categoría “Cultura”, me motivó a esbozar –para ser justo– los aportes históricos de otros idiomas y culturas al lenguaje hispano o castellano. Antes de adentrarme a la cuestión que referencia el título de este artículo, debo reconocer que el texto: “La cultura del lenguaje en Colombia, una mixtura de extranjerismos y coloquialismos”, que publiqué en dos entregas en la intranet de Uniremington, en este espacio de Edublog, en la categoría “Cultura”, me motivó a esbozar –para ser justo– los aportes históricos de otros idiomas y culturas al lenguaje hispano o castellano. Ahora bien, solo será una reseña que puede ser un “abrebocas” para quien quiera investigar más fondo esta evolución del idioma español hasta nuestra época de la denominada generación Milenio (generación Y o los Millennials). De todas maneras, hay unas estadísticas recientes que siguen evidenciando la importancia actual de nuestra lengua en el mundo. Para la muestra, comparto de forma literal dos apuntes del texto: “El español una lengua viva – Informe 2016”, editado por el Instituto Cervantes: “En 2016, más de 472 millones de personas tienen el español como lengua materna. A su vez, el grupo de usuarios potenciales de español en el mundo (cifra que aglutina al grupo de dominio nativo, al grupo de competencia limitada y al grupo de aprendices de lengua extranjera) alcanza casi 567 millones. El español es la segunda lengua materna del mundo por número de hablantes, tras el chino mandarín, y también la segunda lengua en un cómputo global de hablantes (dominio nativo + competencia limitada + estudiantes de español)”. (Los resaltados son mío e intencionales). Sin embargo, más allá de esa queja de muchos de los que somos defensores de la irónica “pureza” del idioma español en relación con la invasión de los famosos extranjerismos, la mayoría de ellos innecesarios, debemos recordar, tal como se afirma en el texto digital: “Día del Idioma”, publicado por Iefaangel.Org, lo siguiente: “Hemos afirmado que el castellano nació de la evolución del latín vulgar. Por tanto, la estructura gramatical de nuestro idioma es completamente latina y la mayor parte de su vocabulario está formado por palabras de esa lengua, más o menos evolucionadas”. Algunas lenguas y culturas aportantes Lo cierto es que no todo nuestro idioma español proviene del latín vulgar. Otras lenguas, históricamente, aportaron de manera importante al léxico que hoy utilizamos, entre ellas, las siguientes: El árabe Según varias fuentes históricas, del árabe se retomaron más de cuatro mil palabras. A continuación, algunos ejemplos citados en: “Lenguas y culturas que influyeron en el léxico español” (Etimologías de Chile.Net): “Palabras que empiezan por "al-": alacrán, albóndiga, alcázar, aldea, alfil, alfombra, algarabía, algodón, alhaja, almacén, almanaque, alquería y alubia. Al- en árabe es equivalente a los artículos españoles el o la. Cuando está antes de z- se asimila. Así tenemos: azabache, azafata, azafrán, azar, azimutal, azófar, azotea, azúcar y azulejo. Términos relacionados con substancias y la química: albayalde, alcalino, alquimia, ámbar, aceite, alcohol, café, elíxir, soda, y tabaco. Algunas palabras que se refieren a la organización político-militar: adalid, alcalde, alcaide, alférez, alferza, alguacil, almirante y jeque. Palabras relacionadas con el comercio: aduana, alhóndiga, almacén, almoneda, arancel, maravedí, tara y tarifa Y estas otras palabras: ajedrez, asesino, azafata, ensaimada, jaqueca y serendipitoso”. El griego A partir del de la época del Renacimiento, según datos históricos, el español acudió al griego para formar nuevas palabras. Por ejemplo: “La formación de los días de la semana y las siguientes palabras tienen origen griego: atleta, Biblia, gélido, matemática, menopausia, morfina, política, programa, sarcófago, y tártaro”. (Etimologías de Chile.Net). Lenguas germánicas Esta influencia tuvo su origen en la invasión de la península española por parte de los pueblos germanos en el siglo V. Según datos históricos, “[…] Estas voces pertenecen casi siempre a instrumentos, costumbres y usos distintos de los existentes en el mundo romanizado. Los germanos, dejaron en la lengua española términos de legislación, como gabela y feudo, otros de carácter militar, como guerra, guardia, espuela, robar, botín, tropa, brida, yelmo, guante, dardo, estoque y de costumbres domesticas: escanciar, guisar, brasa”. (Iefangel.Org) El francés Homenaje, mensaje, fraile, monje, manjar, vinagre… El italiano Diseño, fachada, bizarro, campeón, novela, soneto, banca, charla, clientela, escopeta… Lenguas neolatinas peninsulares (el gallego-portugués) Capullo, chubasco, sarao, bandera, biombo, mermelada, caramelo… Las lenguas indígenas americanas (indoamericanas) Estas también han hecho su aporte al idioma español, siendo las de mayor difusión el quechua (lengua oficial del Perú y hablada aproximadamente por 12 millones de personas en ese país, así como en Bolivia, Ecuador, norte de Argentina y en el sur de Colombia); el guaraní (lengua nacional de Paraguay y hablada allí por, aproximadamente, tres millones de personas; igualmente en varias regiones de Argentina y en ciertos enclaves de Brasil y Bolivia); el maya (hablado aproximadamente por un millón de personas en Guatemala, sur de México, Belice y parte de Honduras); el aymara (hablado en Bolivia, en el norte de Chile y en el sur de Perú); y el náhuatl (México y El Salvador). En relación con estas lenguas indígenas, en el sitio web Iefangel.Org, se afirma: “Así como España llevó al continente su idioma, éstas (las indoamericanas) han aportado a la lengua española multitud de vocablos de sus distintas lenguas que en una primera etapa correspondían a fenómenos privativos de las regiones americanas, como los nombres de la flora y la fauna y los accidentes climáticos, como tabaco, chocolate, canoa, tiburón, huracán, patata, tomate. Posteriormente las peculiaridades americanas se han extendido a un campo mayor (…) Todos estos vocablos reciben el nombre de americanismos”. (El resaltado es mío e intencional). Finalizo con la siguiente reflexión: el idioma español, seguramente por innumerables siglos más, seguirá siendo una lengua viva, que aportará al mundo su léxico, pero también mantendrá abiertas sus puertas a expresiones de otros idiomas y culturas en procura de una mayor y mejor comunicación entre los habitantes del planeta Tierra. César Augusto Muñoz RestrepoPor: Corrector de estilo institucional de Uniremington cmunoz@uniremington.edu.co Bibliografía web (mejor que “webgrafía” o “cibergrafía”): Instituto Cervantes (http://bit.ly/29jBB4K), Iefangel.Org (http://bit.ly/2eEoHna) y Etimologías de Chile (http://bit.ly/2dwtimp) / Los enlaces tienen técnica de acortamiento aplicado). Imágenes copipegadas de: http://bit.ly/2eB9saM, http://bit.ly/2eGmsj5, http://bit.ly/2eZjRxR, http://bit.ly/2wC9Srv y http://bit.ly/2gHWpZn (Pixabay: banco de imágenes gratuito / Los enlaces tienen técnica de acortamiento aplicado).
En la primera entrega de esta temática en Edublog, en la intranet de Uniremington, me referí a que “un manual de estilo institucional (enfocado hacia lo editorial, especialmente), no debe tomarse como una normativa “policiva” y restrictiva”. En la primera entrega de esta temática en Edublog, en la intranet de Uniremington, me referí a que “un manual de estilo institucional (enfocado hacia lo editorial, especialmente), no debe tomarse como una normativa “policiva” y restrictiva”. Igualmente, retomé de forma argumentativa algunos conceptos que se expusieron en el “Décimo Seminario Internacional de Lengua y Periodismo - Manuales de estilo en la era de la marca personal”, realizado en España en 2015, y cuya lección inaugural estuvo a cargo del escritor colombiano Héctor Abad Faciolince, de quien cité algunas opiniones al respecto. Para volver al hilo del asunto, en la pasada edición precisé sobre la necesidad de los manuales de estilo editoriales en cualquier organización (comercial, gubernamental, académica, etcétera). En esta oportunidad amplío estos aspectos, centrado más en los elementos de dichos manuales y en las conclusiones del seminario internacional al que ya hice alusión. Reitero: los manuales de estilo en cualquier organización son de gran trascendencia a la hora de planear escritos de toda índole, e incluso, proyectos y módulos educativos. “Norma y estilo no se oponen, se complementan” Navegando en internet y explorando sobre la importancia y referentes de los manuales de estilo, me encontré con múltiples opiniones y reflexiones sobre su elaboración y aplicación-. En este sentido, apelo entonces a mi subjetividad –de buena fe, claro está– transmitiendo algunos conceptos de la comunicadora social y teóloga española, Esther Azón Fernández (productora y guionista de radio y TV; responsable de comunidades virtuales o community manager; redactora de noticias y presentadora de noticieros). Ella me ayuda a responder una pregunta que es muy común en nuestro medio, especialmente en el ámbito académico: ¿Qué son y para qué sirven los manuales de estilo? “Los manuales de estilo otorgan identidad, y constituyen un conjunto de normas para la escritura y el diseño de documentos, que proporcionan uniformidad en el formato. Hay tantos, y son tan variados, como el propio propósito de los mismos. Pero su utilidad es innegable para la unificación de estilos, la redacción, y la presentación de cualquier documento o publicación. Un manual de estilo no se crea para enseñar a escribir o cómo aplicar una determinada regla ortográfica, sino para reglamentar preferencias de uso. Aborda, de forma detallada, cuestiones relativas a la escritura y al lenguaje; a los aspectos formales de la lengua escrita, así como también a los aspectos gráficos, técnicos y funcionales en el caso de los sitios web y de las aplicaciones”. (Los resaltados son míos e intencionales). Ester Azón reflexionó además sobre algunos ámbitos muy cercanos a nosotros, como lo son el académico, el investigativo y el organizacional: […] las guías de estilo se revisan y adaptan periódicamente, y su principal función es establecer preferencias o matizar normas en ciertos contextos, tan variados como las disciplinas existentes. Por ejemplo, a los investigadores se les recomiendan unas pautas de estilo para sus artículos y libros; y a los autores, los editores les proporcionan sus propias directrices. Los departamentos de comunicación de las empresas tienen su manual de estilo editorial, y las ONG los suyos. Los diarios tienen, además de sus diversas líneas editoriales, manuales de estilo específicos sobre muchas otras cuestiones, entre las que se encuentra, por ejemplo, el diseño gráfico para la maquetación de sus páginas”. (Los resaltados son míos e intencionales). Sumado a lo anterior, quiero destacar algunos apartes de las conclusiones del “X Seminario Internacional de Lengua y Periodismo - Manuales de estilo en la era de la marca personal”, realizado en octubre de 2015 en San Millán de la Cogolla (La Rioja) - España): “[…] 1. Norma y estilo no se oponen, se complementan Sin norma no hay estilo; es necesario conocerla antes de adoptar decisiones estilísticas, antes de innovar. 2. Los libros de estilo siguen teniendo sentido Los libros de estilo de los medios siguen teniendo sentido: los ayudan a dotarse de una voz propia, marcan preferencias cuando hay varias posibilidades admisibles, iluminan las zonas grises de la norma, ayudan a interpretar las grandes obras académicas, que en ocasiones son complejas... 3. Los libros de estilo no pueden estar en un altar En demasiadas ocasiones, los libros de estilo se quedan en las estanterías y se consultan poco. Hay que lograr que sean orgánicos, que formen parte de la cultura de la redacción. 4. Los manuales de estilo pueden ser útiles para el público Los manuales de estilo más generales, dirigidos a un público amplio, más allá de los límites de las redacciones, tienen utilidad en esta época en la que cada ciudadano es un medio capaz de comunicar y busca orientación para expresarse correctamente. 5. Los libros y manuales de estilo deben adaptarse a los nuevos tiempos Los libros y manuales de estilo deben contemplar que los contenidos creados para internet responden a unas pautas de escritura y lectura adaptadas a las pantallas y en las que no solo se escribe para personas, sino también para robots, especialmente para los buscadores. 6. Eliminar y adelgazar los sistemas de edición y corrección de los medios compromete su calidad Además de libros de estilo, los medios necesitan correctores, asesores lingüísticos o editores profesionales que revisen el producto final. 7. Los correctores hacen mejores escritores y periodistas Libros de estilo y correctores-asesores lingüísticos profesionales son complementarios. Los segundos recurren a los primeros, los consultan y aplican. El autor suele ser el peor corrector de su propio texto. Se necesita un ojo entrenado (para detectar), imparcial (no implicado en el texto) y conocedor de los recursos (como los manuales de estilo). (El resaltado es mío e intencional). La relación entre corrector y redactor ha de ser de confianza. Un buen corrector hace mejores redactores. La labor de estos profesionales de la calidad del texto es accesible y asequible y, en un mundo en el que todos somos o podemos ser medios, deberá estar presente en ámbitos donde hasta ahora apenas lo ha estado: blogs, autoedición…” En síntesis, un manual de estilo aporta al fortalecimiento de una identidad institucional, la cual, en términos reales es la que marca la diferencia y la notoriedad frente a otras organizaciones. Desde luego, ello exige el seguimiento y respeto de una normatividad establecida, la que debe entenderse como una “guía asesora para los escritos que procedan de la institución, incluyendo los que se publican en las redes sociales, los mensajes publicitarios y el uso de los elementos visuales que identifican a la entidad”, tal como lo planteé en la primera entrega de esta temática. En suma, debemos tener en cuenta que somos parte de un entorno globalizado al cual debemos adaptarnos para una eficaz comunicación e interacción individual e interinstitucional. César Augusto Muñoz RestrepoPor: Corrector de estilo institucional de Uniremington cmunoz@uniremington.edu.co Bibliografía web (mejor que “webgrafía” o “cibergrafía”): HopeMedia (http://bit.ly/2iX0zNX) y Cotranslating (http://bit.ly/2gEaYx4) / Los enlaces tienen técnica de acortamiento aplicado. Imágenes copipegadas de: http://bit.ly/2w0cITu, http://bit.ly/2eE9R01 y http://bit.ly/2vFswzw (Pixabay: banco de imágenes gratuito / Los enlaces tienen técnica de acortamiento aplicado).
En 2015, en la primera edición de En-Torno, periódico universitario institucional de Uniremington, tuve el honor de continuar teniendo un espacio para compartir con ustedes la actualidad y el análisis de diversos aspectos relacionados con nuestra lengua española. En 2015, en la primera edición de En-Torno, periódico universitario institucional de Uniremington, tuve el honor de continuar teniendo un espacio para compartir con ustedes la actualidad y el análisis de diversos aspectos relacionados con nuestra lengua española. Precisamente, en noviembre de ese año, consideré pertinente tratar el tema relacionado con los manuales de estilo de las organizaciones que son de gran trascendencia a la hora de planear escritos de toda índole, e incluso, proyectos y módulos educativos. Hoy me permito aprovechar la tribuna de “Edublog”, en la intranet de Uniremington para recalcar acerca de este asunto (no se trata de “repetir” algo sin sentido), que en muchas ocasiones también es polémico en muchas instituciones. De hecho, quiero anotar que el título de esta columna –y el contenido, por supuesto–, si bien tiene una orientación general desde las perspectivas educacional y formativa, es intencional y enfocado a los canales editoriales de promoción y difusión de Uniremington, porque estos, a la par de las exigencias del medio y el mercado, demandan un manual de estilo, el cual, como algunos lo piensan –equivocadamente– no es exclusivo para los medios masivos de comunicación escritos. En consecuencia, una entidad que se precie de una coherencia entre su misión, filosofía, políticas, valores y objetivos, debe tener presente que es importante que todo ello se vea reflejado y unificado en un manual de estilo. Y, ¡cuidado!, por favor no confundir con el manual de etiqueta y protocolo empresarial –necesario también, claro está–. Guía asesora… En este orden de ideas, parto de la siguiente premisa: un manual de estilo institucional (enfocado hacia lo editorial, especialmente), no debe tomarse como una normativa “policiva” y restrictiva; al contrario, es una guía asesora para los escritos que procedan de la institución, incluyendo los que se publican en las redes sociales, los mensajes publicitarios y el uso de los elementos visuales que identifican a la entidad. Tengamos en cuenta también que somos parte de un entorno globalizado al cual debemos adaptarnos para una eficaz comunicación e interacción individual e interinstitucional. Para sustentar lo anterior, me permito retomar algunos conceptos que se expusieron en el “Décimos Seminario Internacional de Lengua y Periodismo - Manuales de estilo en la era de la marca personal”, que se realizó en octubre de 2015 en España, y cuya lección inaugural estuvo a cargo del escritor colombiano Héctor Abad Faciolince. Él, entre varias afirmaciones, hizo las siguientes: […] “Aunque soy todo menos un experto, me temo que debo anotar algo sobre el tema de este encuentro, los «Manuales de estilo periodísticos». Estos no son inútiles; nuestra lengua está llena de insidias, trampas, zancadillas, y al redactar uno siempre duda si poner las comillas antes o después del punto, o si escribir con mayúsculas o minúsculas el «a.m. y el «p.m. de ante y post meridiano, o si el plural de colibrí es colibrís o colibríes. Conviene que en un mismo periódico, en un portal de noticias o en un blog, este criterio no cambie en cada página, y que en la primera no escribamos Irak con k y en la quinta Iraq con q. A la hora de hablar o de escribir, todos tenemos simpatías, antipatías y prejuicios lingüísticos. Estos son tan caprichosos como los antojos en las embarazadas: raros e inmotivados. Pero debemos ser tolerantes y curiosos con las manías ajenas, y ponernos de acuerdo, para que sea más fácil leernos y comprendernos entre los distintos y distantes usuarios de este mismo idioma. La unidad no es un asunto de imperio, sino de claridad y de comodidad de lectura…” (El resaltado es mío) […] No sé si ustedes estarán de acuerdo, pero a mí me parece un poco antipático controlar cómo se peina, cómo se viste, cómo come, cómo habla y cómo escribe la gente. Sin embargo, uno no puede ni vestirse ni comer ni hablar como le dé la gana siempre y en todo lugar. Solo lo puede hacer hablando solo, estando solo, comiendo solo. Y como no vivimos solos casi nunca, y como escribimos para otros, existen estos manuales que, sin embargo, creo que no deberían ser de etiqueta gramatical, sino más bien de higiene lingüística, es decir, de claridad, porque la lengua es un medio de diálogo y de comprensión”. (El resaltado es mío) (Ver bibliografía) De otro lado, traigo a colación un concepto del reconocido filólogo español, Alberto Gómez Font, quien en una conferencia que ofreció en Lima (Perú), en febrero de 2015, afirmó: “El manual de estilo de una empresa busca la excelencia en el uso de la lengua y en algunos casos es elaborado para obtener «prestigio social»”. En esa ocasión, Gómez Font destacó además que: “Es positivo que cualquier empresa tome la decisión de tener cierto interés en que sus documentos estén bien escritos”. (Ver bibliografía) En general, en esta primera entrega de “Hacia un manual de estilo cohesionador”, artículo que gira en torno a los manuales de estilo, me motiva primordialmente hacer precisión sobre la necesidad de estos en cualquier empresa. Es importante siempre tener en cuenta que estos son una guía estilística integral que cohesionan editorialmente la misión, visión y proyectos de una organización académica, pensados y aplicados conforme a los retos actuales del entorno educativo nacional e internacional. En una segunda entrega me permitiré ampliar este tema, centrado más en los elementos de los manuales de estilo y en las conclusiones del “Décimo Seminario Internacional de Lengua y Periodismo - Manuales de estilo en la era de la marca personal”, realizado en España. Por: César Augusto Muñoz Restrepo Corrector de estilo institucional de Uniremington cmunoz@uniremington.edu.co Bibliografía web (mejor que “webgrafía” o “cibergrafía”): http://bit.ly/1LbhfWh y http://bit.ly/2vATQLn (Los Url tienen técnica de acortamiento aplicado) Imágenes copipegadas de: http://bit.ly/2vG5RhW, http://bit.ly/2xK07VK y http://bit.ly/2xukC9w (Pixabay: banco de imágenes gratuito / Los Url tienen técnica de acortamiento aplicado).
En la pasada entrega, me comprometí a que en este segundo y último capítulo de la serie “La cultura del lenguaje en Colombia, una mixtura de extranjerismos y coloquialismos”, compartiría con ustedes varios ejemplos concretos de términos y frases que enmarcan el “fenómeno” del uso, en unas veces abusivo, y en otras de forma incorrecta, de anglicismos y coloquialismos que “bombardean” a Antioquia y Colombia, y claro está, a otros países sura y centroamericanos, especialmente. En la pasada entrega, me comprometí a que en este segundo y último capítulo de la serie “La cultura del lenguaje en Colombia, una mixtura de extranjerismos y coloquialismos”, compartiría con ustedes varios ejemplos concretos de términos y frases que enmarcan el “fenómeno” del uso, en unas veces abusivo, y en otras de forma incorrecta, de anglicismos y coloquialismos que “bombardean” a Antioquia y Colombia, y claro está, a otros países sura y centroamericanos, especialmente. Me permito retomar dos apartes del artículo pasado, que creo que son pertinentes recordar para introducir los ejemplos: “[…] Los extranjerismos son aquellas que se importan sin modificaciones y las que causan más controversia ya que si bien a veces son necesarios, otras veces se utilizan por razones de distinción o por ignorancia del equivalente en español”.* (El resaltado en negrilla, es mío.) Y, por otra parte, “[…] como se dice en la filosofía popular: ‘todos los extremos son malos’. No es recomendable abusar de los coloquialismos en ciertos textos o medios que ameritan un lenguaje universal, debido a la diversidad de públicos que los pueden leer o escuchar; y, sobre todo, cuando, afortunadamente, ya no hay fronteras “invisibles” en el ciberespacio”. Listado “top” Comparto un “top” –he ahí el término que encabeza el listado- de esa mixtura de extranjerismos y coloquialismos que se han vuelto comunes para nuestros oídos, e incluso, en textos, principalmente publicitarios y electrónicos de las redes sociales. Extranjerismos: Top: adjetivo que en inglés se refiere a algo –o alguien– que está ubicado en la parte más alta o en el extremo superior de cualquier cosa. Ya es normal –lo que no quiere decir, aceptable–, oír o leer titulares en nuestro medio, como: “Top 10 de los países más felices del mundo”. Alternativas (así sean más extensas en español): “de primer nivel, sobresaliente, entre los mejores, de primera línea”… Community manager: la Fundación del Español Urgente (Fundéu), recomienda que “se opte por términos españoles como gestor o responsable de comunidades virtuales, digitales, en línea o de internet”. Vale aclarar que no faltan los charlatanes e irreverentes que lo denominan como: “‘chateador’ remunerado”. Outsourcing: se define como asesoría externa. En los países hispanos, en un limpio español, se puede denominar como: externalización y tercerización. Speaker: aclara la Fundéu que “En muchos casos, la voz inglesa speaker es un anglicismo innecesario que es preferible sustituir por equivalentes españoles como: portavoz o vocero; ponente o conferenciante; orador, interlocutor, presentador, animador o locutor, según el contexto. conferencista. Outlet: algunos de sus significados en español, son: salida, desembocadura y desagüe. En general, en nuestro medio, se define como “tienda de productos descatalogados y rebajados”; mejor dicho, y adelantándome a una expresión coloquial del listado respectivo, es un almacén donde se “desenhuesan” de mercancía de mala calidad y con poca posibilidad de venderse. Ranking: o “ranquin” como la hemos adaptado. Mejor: lista, tabla clasificatoria, clasificación o escalafón (acorde con las circunstancias). Online: u on-line. Mejor: en línea. Crossover: su significado para el español es “fusión”. Para colmo, ha sido mal adaptado por los establecimientos de esparcimiento y discotecas que se promocionan con “música crossover”, ya que esto último realmente es “combinar elementos de rítmicas y expresiones que por costumbre no suelen ir juntas en una misma composición” y no forzar la audición, por ejemplo, de la mezcla de baladas con el punk, seguido de un porro sabanero. Shopping y mall: centro comercial o centro de compras (en nuestro medio es más utilizado por que se cree que da caché). Monitorear: es mejor utilizar monitorizar, supervisar o vigilar (el anglicismo que sirvió de raíz es monitor que significa pantalla de control) Coloquialismos: Retomo varias expresiones coloquiales que se utilizan mucho en nuestro medio y otros países de Latinoamérica, los cuales se registran en el diccionario oficial de la Real Academia Española de la lengua (DRAE) y en el diccionario de Americanismos, proveniente de la RAE. Y reitero que ello no avala el abuso de esos regionalismos: Desenhuesarse: se utiliza sobre todo en Colombia con el significado de “Deshacerse de mercancía de mala calidad y sin posibilidad de venta”, como se hace en los outlet de los cuales ya hice referencia. Alebrestado(da): alborotado (que obra sin reflexión); que muestra ensoberbecimiento; que se enamora con frecuencia; enfadado, enojado. Bacán(a): en lenguaje juvenil, muy bueno, estupendo, excelente; dicho de una persona o de un espectáculo (taquillero). Buseta: (de bus); autobús pequeño. Carcacha: Máquina, aparato o vehículo inútil y desvencijado. Chanchullo: (de chancha); Manejo ilícito para conseguir un fin, y especialmente para lucrarse. En Colombia, es muy conocido –y usado–. Desinflar: desanimar, desilusionar rápidamente. Embarrar: causar daño, fastidiar; cometer un delito; equivocar; estropear (echar a perder). Encanar: (de cana); en el lenguaje del hampa, meter a alguien en la cana, de la que salvan muchos corruptos y chanchulleros en Colombia. Filo: hambre (ganas y necesidad de comer). Por ahora, un fraternal good bye, esperando que “todo bien, todo bien”, como diría El Pibe. César Augusto Muñoz RestrepoPor: Corrector de estilo institucional de Uniremington cmunoz@uniremington.edu.co Bibliografía web (mejor que “webgrafía” o “cibergrafía”): http://bit.ly/1XijHBk, http://bit.ly/2va62q8, http://bit.ly/2wBObIX, http://bit.ly/2vsMpov, http://bit.ly/2wrnqqf y http://bit.ly/2xfHYzN (Los Url tienen técnica de acortamiento aplicado) Imágenes copipegadas de: http://bit.ly/2g8Kkw6, http://bit.ly/2iuO9fY y http://bit.ly/2xfNBOd (Pixabay: banco de imágenes gratuito / Los url tienen técnica de acortamiento aplicado).
En dos entregas, en primer lugar, esbozaré una brevísima reflexión sobre esa mixtura de extranjerismos y coloquialismos en nuestra cultura de habla hispana; y en un segundo capítulo, plasmaré unos ejemplos concretos de términos y frases que enmarcan dicho fenómeno. En dos entregas, en primer lugar, esbozaré una brevísima reflexión sobre esa mixtura de extranjerismos y coloquialismos en nuestra cultura de habla hispana; y en un segundo capítulo, plasmaré unos ejemplos concretos de términos y frases que enmarcan dicho fenómeno. Ahora bien, en el titular, nombro solo a Colombia como “sede” de esa cultura de dicha mezcla –indiscriminada, en mi opinión– de extranjerismos (especialmente, anglicismos) y expresiones coloquiales, sobre todo porque es el país del cual soy nativo y en donde cohabito; sin embargo, es necesario reconocer que esta práctica también es rutinaria en otras regiones latinoamericanas, como por ejemplo, México, en donde la “excusa” es ser vecino fronterizo de los Estados Unidos y la gran cantidad de mexicanos que allí migran –y emigran– y que van y regresan al país “manito”. También puedo nombrar, sin entrar en detalles de antecedentes, a Panamá, Argentina, Costa Rica, Nicaragua, e incluso, Puerto Rico. En estos países, cuyos primeros idiomas oficiales es el español, la cultura del lenguaje –bien o mal–se caracteriza por la mixtura a la que me refiero en este artículo. Los extranjerismos innecesarios Debo hacer una clasificación que básicamente utilizan los defensores del idioma español en relación con los extranjerismos. Para el efecto, retomo unas definiciones textuales de la licenciada Natalia Álvarez, publicadas en: “Revistadigital” (Inesem – Business School (http://bit.ly/2uvDuY1 / Url con técnica de acortamiento aplicado): “En ocasiones da lugar a un calco, estas implican la idea de traducción del término como en baloncesto de basketball en inglés o falso amigo del francés faux amis. Otras veces la traducción no resulta sencilla bien porque no existe un equivalente apropiado o bien porque hay que utilizar muchas palabras para designar el significado. En esos casos es cuando se opta por adoptar la palabra como tal, como la palabra “chat” que ya se ha integrado totalmente en el léxico español y esto da lugar a los préstamos y los extranjerismos. Los préstamos son las palabras incorporadas que sufren modificaciones fonéticas o gráficas para adaptarse a las normas de la lengua de destino, por ejemplo: fútbol de football en inglés o corsé del francés corset. Los extranjerismos, son aquellas que se importan sin modificaciones y las que causan más controversia ya que si bien a veces son necesarios, otras veces se utilizan por razones de distinción o por ignorancia del equivalente en español. (El resaltado en negrilla, es mío.) […] En el otro extremo se sitúan aquellos extranjerismos cuyo uso es totalmente innecesario: pagar en cash (efectivo), montar un show (espectáculo), hacer un tour (gira), contar followers (seguidores), estar encantado de ser single (soltero) y muchos más. Tanto su uso como el número de términos extranjeros que utilizamos, casi todos procedentes del inglés, aumenta a gran velocidad en todos los ámbitos, la prensa, el deporte, el trabajo, la moda, la tecnología, etc. Esto se debe a múltiples factores: por un lado, la gran exposición que sufrimos al inglés y, por otro, la rapidez en los medios de comunicación que facilita el contacto y el trasvase entre unas y otras lenguas”. (El resaltado en negrilla, es mío.) En lo particular, los extranjerismos innecesarios son los que, desde mi punto de vista, “afectan” más la cultura comunicativa en los países de habla hispana. En este contexto, también hay que aceptar que la mixtura tiene otra razón de ser: la “generación Y”, denominados como “milenial” (30 años de edad o menos) son los que más usan extranjerismos, en especial, porque sus fuentes de búsqueda y comunicación son el internet y las redes sociales, en donde abundan los extranjerismos, las “abreviaturas del lenguaje” y la comunicación por símbolos. El abuso de los coloquialismos regionales En el marco de la dinámica de nuestro idioma, la Real Academia Española de la lengua, ha tenido que ser flexible y abierta a aquellas expresiones que se afincan en los países de habla hispana, bien sea como términos que se desprenden de otras palabras antiguas del castellano o porque son tradicionales en una región y acogen un significado que enriquecen las alternativas de nuestro idioma. En este contexto, por ejemplo, existe un diccionario especializado de colombianismos y americanismos. Y de hecho, en el diccionario oficial de la RAE (el DRAE), al buscar el significado de ciertas palabras, hay una orientación frente al uso o equivalencia en algunos países determinados. Sin embargo, como se dice en la filosofía popular: “todos los extremos son malos”. No es recomendable abusar de los coloquialismos en ciertos textos o medios que ameritan un lenguaje universal, debido a la diversidad de públicos que los pueden leer o escuchar; y sobre todo, cuando, afortunadamente, ya no hay fronteras “invisibles” en el ciberespacio. Desde el punto de vista de las generaciones, se puede generalizar, que los coloquialismos provienen o son muy utilizados por adultos mayores o “Baby Boomers”, como los nombran en el idioma inglés (nacidos en el segundo y tercer cuarto del siglo XX), e incluso, por la “generación X” (entre 30 y 54 años de edad), la cual le sigue, cronológicamente. En mi opinión, hay ocasiones que no debemos arriesgar la claridad del mensaje por ser exageradamente populistas, y particularmente, en medios de comunicación que ya no son de carácter parroquial, siendo claro en que esto lo expreso sin menosprecio por los medios alternativos y locales que son de gran apoyo para muchas regiones apartadas de nuestro país. Continuará… Por:Imágenes copipegadas de: http://bit.ly/2vWiPwD, http://bit.ly/2vq5gUv y http://bit.ly/2vtLXZ1 (Pixabay: banco de imágenes gratuito / Los url tienen técnica de acortamiento aplicado). César Augusto Muñoz Restrepo Corrector de estilo institucional de Uniremington cmunoz@uniremington.edu.co
En esta tercera ý ultima entrega de esta serie temática, reseño unas pautas adicionales que creo pueden ser útiles para ese esquema general que todos debemos tener en cuenta al momento de escribir con el propósito de publicar un escrito específico. En esta tercera y ultima entrega de esta serie temática, reseño unas pautas adicionales que creo pueden ser útiles para ese esquema general que todos debemos tener en cuenta al momento de escribir con el propósito de publicar un escrito específico. En relación con el ítem de la segunda entrega: “Proceso para elaborar un artículo científico publicable”, agrego otros consejos básicos: Revise textos clásicos o buena literatura relacionada con el tema que usted está tratando y observe cómo inician esos escritos. Le pueden servir de modelos. Decida qué orden dará al texto, apoyándose en la tabla de contenido o esquema elaborado antes de la consulta bibliográfica. Es muy importante que el autor piense en el lector o público al que va dirigido su texto y le presente, en consecuencia, un escrito claro, coherente y que se constituya en una experiencia de aprendizaje. Para escritos en español, evite precisamente el uso de palabras que no estén españolizadas o que no tengan una circulación amplia entre el público al que va dirigido texto. Abstenerse de utilizar palabras mal configuradas o con fallas en su construcción gramatical. Por ejemplo: investigamiento, relacionamiento, discursividad, lecturabilidad, escriturabilidad, problémico, referencialidad, adultización, juvenilización, representacional, pedagogizar, internalizar, agendación, redimensionamiento, gerenciamiento, entre otras. Evite usar, en lo posible, lo que se denomina como: “frases hechas” o “frases de cajón”, las cuales, al final, poco o nada aportan al texto. Por ejemplo: “oposición en clave de resistencia”; “la lógica de la economía del consumo”; “la cultura de la violencia”; “la lógica racional de las necesidades” o “la lógica individual de las apariencias”; “reproducción en clave de caricatura”; “realzar la relevancia”; “estudios a nivel de deserción escolar”; entre otras. La importancia del método de escritura Muchos autores enfatizan en la importancia de un método de escritura, ya que este permite la elaboración del manuscrito mediante un proceso ordenado, coherente y lógico, reduciendo los esfuerzos de revisión y reescritura. Eso sí, es casi que imposible obtener la versión final en el primer borrador. Usualmente, los evaluadores interpretan “una presentación pobre del manuscrito” como una falta de interés o de rigor, de tal forma que se aumentan las probabilidades de que rechacen el texto. En este contexto, un proceso coherente podría resumirse en los siguientes tres pasos básicos: Preparar las tablas-figuras del manuscrito y los párrafos en que se discute sobre su contenido. Escribir las secciones del escrito, aplazando para el final los apartes de la introducción, las conclusiones y el resumen. Realizar la revisión final de estilo. El estilo El estilo tiene que ver en la forma como el autor escribe; si bien este es un aspecto subjetivo, existen unos principios básicos, y de alguna forma universales, que muchos autores reiteran en sus tratados sobre esta temática. Algunos parámetros, son: Oraciones precisas, concretas, informativas y simples, evitando las “verdades generales” o las frases que no aportan hechos concretos. Se debe facilitar la lectura usando frases y párrafos cortos. No se deben presentar explicaciones largas sobre principios bien conocidos o teorías que son propias del cuerpo de conocimientos especí-ficos de los potenciales lectores. Un principio de gran importancia: hay que separar los resultados de su interpretación (es una técnica que facilita la lectura). Hay que tener en cuenta que la escritura deficiente es una causa de rechazo por parte del editor, incluso antes de que los pares hayan revisado el manuscrito. Recomendaciones para la revisión del texto No se detenga en perfeccionar la escritura; lo primero es lo primero: escriba; luego, dé una mirada global al texto para empezar a hacer los ajustes que requiera. Lea como escritor y pregúntese: ¿se entiende este escrito?, ¿qué hay que mejorar?, ¿el escrito dice exactamente lo que está en mi mente? Lea como lector: incorpórese en la mente de su posible lector: ¿entiende lo que dice el texto?, ¿está de acuerdo?, ¿qué opinión le merece? Hable con un lector real: pídale a un colega que le dé su concepto sobre el texto. Recíbalo como un aporte para mejorar. Imagine un diálogo con el lector: ¿qué preguntas podría hacerle sobre su texto?, ¿cómo le respondería usted? Adopte una actitud crítica: relea el texto como si fuera un crítico implacable. Busque todo lo que los lectores puedan cuestionar. “No dore la píldora”; sea crudo en su crítica. Lea el texto en voz alta: el oído es un excelente medio para detectar cacofonías, falencias… ¿Le gusta cómo suena su escrito? Compare planes: retome la versión original, su tabla de contenido y compare con el texto ya terminado. ¿Ha olvidado algo?, ¿le sobra algo?, ¿responde a su pregunta inicial? Subraye o resalte: lea el texto y resalte lo que no le gusta. Así podrá ajustarlo hasta que quede satisfecho. No abuse de recursos como los conectores: pueden oscurecer más que aclarar su escrito. A modo de conclusión En la vida académica se pueden presentar aciertos y errores en la publicación de artículos. Un análisis intensivo de dichos aciertos y errores puede generar una mejora significativa en la aceptación de los artículos por parte de las revistas y congresos. En especial, los investigadores en formación, deben desarrollar habilidades de comunicación escrita y, particularmente, destrezas coherentes con la publicación de manuscritos científicos. Reitero: todo lo que he dejado plasmado en esta serie son aspectos que no configuran un “articulado normativo”, sino que se convierten en unas pautas flexibles, las cuales he compilado de diversos textos pedagógicos sobre redacción de textos y de conceptos de especialistas en esta temática. Bibliografía recomendada: CASSANY, Daniel. La cocina de la escritura. 6ª ed. Barcelona: Anagrama, 1998. CORREA RESTREPO, Lorenza. Actualización del lenguaje. 4ª ed. Primera reimpresión Medellín: Sello Editorial Universidad de Medellín, 2010. GRIJELMO, Álex. La gramática descomplicada. 1ª ed. en Colombia. Bogotá: Taurus, 2007. ICONTEC. Trabajos escritos: presentación y referencias bibliográficas. Sexta actualización. Bogotá: ICONTEC, 2008. INSTITUTO CERVANTES. Saber escribir. 3ª reimpresión en Colombia. SÁNCHEZ LOBATO, Jesús (Coord.). Bogotá: Aguilar, 2007. MOLINER, María. Diccionario de uso del español. 2 tomos. 3ª ed. Madrid: Gredos, 2007. PAREDES, Elia. Prontuario de lectura, lingüística, redacción, comunicación oral y nociones de literatura. 2ª ed. México: Limusa, 2008. REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. Diccionario de la lengua española. Vigésima segunda edición. Madrid: Espasa Calpe S. A., 2001. REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. Diccionario esencial de la lengua española. Madrid: Espasa Calpe S. A., 2006. REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. Diccionario panhispánico de dudas. Bogotá: Santillana, 2005. SERAFINI, María Teresa. Cómo redactar un texto. Barcelona: Paidós, 1999. Imágenes copipegadas de: http://bit.ly/2khdAlO, http://bit.ly/2vpVT5L y http://bit.ly/2oGXSPQ (Pixabay: banco de imágenes gratuito / Los URL tienen técnica de acortamiento aplicado). Por: César Augusto Muñoz Restrepo Corrector de estilo institucional de Uniremington cmunoz@uniremington.edu.co
Tal cómo me comprometí, publico una segunda entrega de esta serie (por ahora), cuyo contenido fue el segundo bloque de una exposición semididáctica o instructiva, que realicé en abril de 2016 en un evento organizado por la Vicerrectoría de Investigaciones de Uniremington realicé una exposición que denominé: “Escribir para publicar…” Proceso para elaborar un artículo científico publicable Tal cómo me comprometí, publico una segunda entrega de esta serie (por ahora), cuyo contenido fue el segundo bloque de una exposición semididáctica o instructiva, que realicé en abril de 2016 en un evento organizado por la Vicerrectoría de Investigaciones de Uniremington realicé una exposición que denominé: “Escribir para publicar…” Para retomar una ilación temática, en el escrito pasado resumí diversos aspectos acerca de las generalidades sobre la diversidad del texto y los textos académicos, enfatizando en el artículo científico. En esta ocasión, reseñaré diversos elementos que hacen parte del proceso para elaborar un artículo científico publicable, aclarando que son aspectos que no configuran un “articulado normativo”, sino que se convierten en unas pautas flexibles, las cuales he compilado de diversos textos pedagógicos sobre redacción de textos y de conceptos de especialistas en esta temática. Pautas preliminares Elección y delimitación del tema: puede ser mediante un mapa conceptual o un cuadro sinóptico; se facilita la búsqueda de las fuentes. Planteamiento del contexto en el que se ubica el tema (época histórica, condiciones socioeconómicas, estado del conocimiento y de la ciencia en el momento en el cual se inscribe el tema). Éste es un elemento imprescindible para su comprensión y explicación. Recopilación de material sobre el tema: si el objeto de estudio es un intangible (teórico), probablemente las fuentes y los instrumentos sean textos; pero si el objeto es tangible muchas de las fuentes pueden no estar escritas aún: encuestas, entrevistas, trabajo de laboratorio, audiovisuales… Lectura y ordenación de los documentos: elaboración de fichas. Las fichas pueden ser: de cita textual, de resumen o de reflexiones o ideas que surjan después de la lectura. Unificación de las reflexiones surgidas de la lectura: juicios de valor: razonamientos sólidos que resulten convincentes. Esquema de redacción Quien escribe debe hacerlo con la perspectiva de su futuro o potencial lector. No se trata solo de escribir por escribir o por publicar. Lo que el investigador escribe debe tener importancia para alguien (el mismo que le dará sentido a la publicación). En este esquema hay dos elementos inseparables: La expresión: elementos propios de un escrito científico (claridad, orden, sencillez, precisión y concisión). Estructura externa y forma de presentación. Igualmente, es importante tener en cuenta las siguientes características: Acomodar las ideas a los párrafos: aunque los párrafos estén formados por varias oraciones, en conjunto, deben expresar una sola idea. Utilizar adecuadamente los marcadores textuales o conectores: permiten la ilación. Evite las repeticiones innecesarias, las cuales no contribuyen a aclarar las ideas; al contrario, las hacen más confusas y únicamente sirven para abultar el texto. Evitar las frases hechas o de cajón, como por ejemplo: “Este es mi humilde aporte…”, “Queremos contribuir con un granito de arena”… A veces expresan una falsa modestia que nada tiene que hacer en este tipo de textos. Permitir que un tercero lea su trabajo antes de cerrar el proceso, así no se sienta cómodo. Una persona ajena al texto puede observar algunas “fallas” o elementos que al autor se le pasen por alto en su propia revisión. Elementos claves para un hilo conductor de la redacción Al llegar a este parte del proceso de redacción, surge la pregunta que casi todos nos hemos hecho: ¿por dónde empiezo? A continuación, compilo algunas recomendaciones que pueden ayudar a encontrar el hilo conductor del artículo: La idea piloto: es recomendable elaborar una oración completa que sirva de guía. Es válido recordar, que para que haya oración debe haber un verbo conjugado en forma personal. Por ejemplo, si el tema fuera sobre educación y desarrollo, la idea básica de partida podría ser: “La educación es el motor del desarrollo” o “Sin una sólida educación no podrá haber desarrollo • sostenible”… A partir de la idea piloto se configuran las demás ideas que van a componer el texto, siguiendo un orden determinado. Relacionar la idea piloto con un contexto, esto es, con su experiencia personal. Por ejemplo: ¿qué sucede en usted cuando lee un aviso que dice: “Leer es cultura”? Intente describir su reacción ante este mensaje: qué conducta asume usted; qué sensación le produce: rechazo, acatamiento, se une a la campaña, por qué lo hace, etcétera. Nota: la lista bibliográfica de apoyo la detallaré en la última entrega de esta serie.Continuará… Imágenes copipegadas de: http://bit.ly/2tmfNg8, http://bit.ly/2uINdsD, http://bit.ly/2uQ11mi y http://bit.ly/1LKrjE0 (Pixabay: banco de imágenes gratuito / Los URL tienen técnica de acortamiento aplicado). Por: César Augusto Muñoz Restrepo Corrector de estilo institucional de Uniremington cmunoz@uniremington.edu.co
En cada país o región, las poblaciones tienen sus creencias y sus costumbres muy particulares de comportamiento en sociedad, hábitos que conocemos como cultura. En cada país o región, las poblaciones tienen sus creencias y sus costumbres muy particulares de comportamiento en sociedad, hábitos que conocemos como cultura. Muchas de ellas han germinado, cultivado y desaparecido con el paso de los años, mientras que otras han permanecido o evolucionado. Estas culturas han determinado las maneras de pensar y de actuar de las personas que las han conformado. Las culturas en las que se han sembrado las semillas del desarrollo de oriente a occidente, de norte a sur, en todas las etapas de la raza humana, han tenido manifestaciones, tanto positivas como negativas, y las cuales han dejado importantes legados para cada nueva generación que los heredan. Precisamente, es necesario destacar a culturas como la egipcia con sus construcciones milenarias; la griega con su pensamiento y su saber; la romana con su militarismo; y a las animistas. forjadoras de potentes dioses que todavía son mencionados. Así, por ejemplo, la historia da cuenta de que los griegos fueron los primeros que utilizaron la razón, abriendo a paso a diversos saberes teóricos y aplicados, tales como la arquitectura, la literatura, el teatro, la ingeniería y la medicina; la técnica y la tecnología, y a la concepción del Estado como hoy lo conocemos. De hecho, Sócrates, Platón y Aristóteles son nombres que todavía están vigentes por sus doctrinas e ideologías. En definitiva, la civilización griega del comienzo aportó elementos fundamentales que hoy nos permiten concebir y asumir el mundo moderno. Por otra parte, la Roma de hace siglos, también dejó un valioso legado cultural, el cual se extendió por vastos territorios sobre los que marcó profundas huellas. Entre sus más destacados aportes están el derecho romano, importantes elementos para la religión cristiana, el arte de la oratoria, el latín –idioma base de la mayoría de las lenguas romances–. Es válido anotar que entre los precursores de la cultura occidental, plasmados en textos literarios, históricos y de investigación, todavía figuran escritores, filósofos, historiadores y médicos de origen romano y de alto reconocimiento. De sus inventos más relevantes pueden mencionarse: los acueductos, el cemento y las técnicas quirúrgicas en la medicina. En cuanto a los egipcios, los historiadores hablan de sus grandes aportes a la humanidad, que han sido esenciales para el desarrollo de la sociedad. A ellos se les atribuye el incentivar los movimientos populares, la creación de técnicas para el planteamiento y solución de problemas, el método algebraico, el sistema decimal y las fórmulas matemáticas complejas, así como los jeroglíficos, estos últimos considerados la escritura más antigua del mundo. En breve, los orígenes del método científico, de la fabricación del vidrio y de la navegación a vela, así como el descubrimiento del calendario de 365 días, también tienen sus inicios en la civilización egipcia. El lado oscuro de las culturas De la misma manera como estas culturas, en términos generales, fueron artífices de obras constructivas para que el ser humano ampliara su conocimiento y su conciencia, también protagonizaron manifestaciones negativas para los seres humanos de su época (esta información puede ampliarse en libros históricos y en el espacio cibernético). Ahora bien, sin desconocer los grandes logros como los ya mencionados, hay que reconocer que, a lo largo de la historia, diferentes civilizaciones se centraron en diversas formas de agradar a sus dioses para obtener beneficios y para lo cual entregaban algo a cambio, siendo el sacrificio humano una práctica común en muchas de esas culturas en diferentes rincones del mundo. Los estudiosos de la materia han publicado cientos de estudios que hablan sobre los sacrificios en las diferentes culturas. Solo por hacer un breve recuento, en el antiguo Egipto, algunas personas decidían morir voluntariamente para hacer honor a sus dioses o a su rey; por su parte, la cultura china ancestral estuvo marcada por la dinastía Shang, en la cual, hombres jóvenes eran sacrificados y enterrados sin ninguna de sus pertenencias, también se sacrificaban niños y bebés de manera violenta. Igualmente, el pueblo Celta también fue conocido por sus rituales de sacrificios: enterraban una espada en la espalda del hombre y luego observaban sus movimientos hasta que moría; y todo ello en nombre de su religión Sin embargo, los rituales cruentos más conocidos fueron los llevados a cabo en la América precolombina, por parte de las culturas de los Aztecas, los Incas y los Mayas, tribus indígenas que realizaron grandes y devastadores sacrificios humanos, tanto de voluntarios como de aquellos que denominaban como enemigos o prisioneros, tanto niños y adultos. Sus prácticas son reseñadas por antropólogos e historiadores como desgarradoras y violentas. En síntesis, hay que aceptar esas grandes obras constructivas de esos diferentes grupos humanos milenarios. Cultura y conciencia: no importa la cultura a la que se pertenezca porque ningún ser humano decide dónde nacer, pero el ser humano sí es responsable de asumir sus actos, más allá del ambiente en el cual ha sido preparado para la vida y debe tomar conciencia de las implicaciones de su manera de obrar. Cada quien debe hacer su propio juicio del medio en el que vive y actuar para fortalecer lo que sea pertinente, retomando lo que es positivo de otras culturas y desechando lo que implica sacrificios. Lo cierto es que la cultura no tiene la culpa. ¿Cuánto daño se ha forjado a partir de las creencias y las ideologías? Es tiempo de liberarnos de todas estas ideas que pueden hacer daño a la integridad del ser humano. Imágenes copipegadas de: http://bit.ly/2uJLf90, http://bit.ly/2ube8hA y http://bit.ly/2u6izte (Pixabay: banco de imágenes gratuito / Los URL tienen técnica de acortamiento aplicado) Por: Adriana Patricia Cano Mesa Comunicadora – Uniremington acano@uniremington.edu.co