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Leer para escribir…

Por su vigencia, me permito reproducir y compartir con ustedes en Unired (Nuestra intranet), en el espacio de Edublog Uniremington,  el editorial que escribí para el volumen 3 / n.° 1, de la edición electrónica de RHS (Revista Humanismo y Sociedad, publicación a cargo del Fondo Editorial Remington (FER).

Dejo a su consideración esta reflexión en la cual enfatizo al final sobre el buen hábito de leer para intentar escribir para otros y no para nosotros mismos. En ese sentido, me disculpo de antemano, si cometo dicho error…


Por su vigencia, me permito reproducir y compartir con ustedes en Unired (Nuestra intranet), en el espacio de Edublog Uniremington,  el editorial que escribí para el volumen 3 / n.° 1, de la edición electrónica de RHS (Revista Humanismo y Sociedad, publicación a cargo del Fondo Editorial Remington (FER).

Dejo a su consideración esta reflexión en la cual enfatizo al final sobre el buen hábito de leer para intentar escribir para otros y no para nosotros mismos. En ese sentido, me disculpo de antemano, si cometo dicho error…

“Hay un tema –problema, para ser preciso– que hoy se viene “publicitando” en algunos medios de comunicación de nuestro país: los colombianos no sabemos escribir –generalización que no es mía–. Ahora, esta no es una grieta reciente. Es un asunto, que como pasa con otros, se menciona por oleadas; por épocas; así como las notas de campañas electorales. De hecho, basta con hacer una prueba casual: ingresar las palabras claves (“no sabemos leer en Colombia”) en un navegador de internet y los resultados se muestran en buen número, incluso, con fechas de 10 años atrás. Lo que no cambia son las percepciones y análisis: poca lectura –o anodinas pedagogías en los primeros años, al respecto– y, por ende, insuficiencia a la hora de escribir. Lo uno es consecuencia de lo otro, y en ese orden no conmutativo, en mi opinión.

Vamos por partes. En primer lugar me permito hacer alusión al documento: “El papel formativo de la lectura”, presentado en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, realizada entre el 28 de noviembre y 6 de diciembre de 2015.  He aquí algunos “comprimidos” que quiero mencionar para reiterar el por qué no leer –o no aprender a hacerlo de forma creativa– es el inicio del problema: “La lectura coloca a un escolar en posición ventajosa para el aprendizaje a diferencia de uno que no tiene acceso a libros ni hay en casa la costumbre de leerlos”; “agiliza la inteligencia, permite la comprensión de los argumentos de lo leído o escuchado”; “permite la realización de un proceso psicológico importante que es la realización de ´relaciones´ entre lo leído, visto, escuchado o pensado”. Y hay otros más que invito a leer directamente en el documento citado.

El segundo ítem, desde luego, se refiere a la consecuencia de la falta de hábito de lectura: no saber escribir y expresar de manera coherente y limpia esas ideas que se agrupan en la mente. Al respecto, el 28 de noviembre de 2015, la poeta colombiana, Piedad Bonett, licenciada en Filosofía y Letras; dramaturga y crítica literaria por demás, puso de nuevo el dedo en la llaga en una de sus columnas semanales en el periódico El Espectador (después de su experiencia como jurado en un concurso de cuentos):

“La lectura reciente de un número significativo de cuentos escritos por niños y jóvenes de primaria, bachillerato y universidad de todo el país, me lleva a ratificarme en un diagnóstico: el nivel de escritura de los estudiantes colombianos es pésimo. Un verdadero desastre. Y esto lo afirmo después de leer casi un centenar de cuentos ¡que son ya los elegidos como finalistas entre más de 30.000! Cómo serán los otros, me pregunto.

Para ellos las tildes no han existido nunca, la puntuación es aleatoria e independiente del sentido, y la ortografía una función del corrector automático. El punto y coma ha muerto, y allí donde aún respira lo hace en el lugar equivocado. De las preposiciones ni hablar: usos tan errados como inimaginables. Todo ello entraña un menosprecio total del lenguaje, y casi aún peor, desinterés total por la corrección. Nada evidencia una segunda lectura del propio texto: palabras torpemente reiteradas, tiempos verbales incoherentes, frases inconclusas. Y eso, como dije, en los “mejores” del concurso. Este, auspiciado por importantes entidades, fue concebido como herramienta pedagógica y como instrumento para tomarle el pulso a la educación. Y lo cierto es que diagnostica muy bien el problema: varios años de llevarlo a cabo les ha revelado que la gran mayoría de los estudiantes colombianos, incluidos los universitarios, no tiene ni idea de escribir”. (El resaltado es mío).

Y a partir de estas afirmaciones, por ejemplo, Elvira Cuervo de Jaramillo, presidenta de la Asociación de Amigos del Instituto Caro y Cuervo, opinó en una entrevista publicada por la revista Semana: “Se nota una terrible ausencia de educación en español… ¿Qué vamos a terminar hablando y escribiendo?”. Y en este contexto, el escritor y fundador de la revista El Malpensante, Andrés Hoyos, afirmó en este mismo medio: “El proceso de aprendizaje es castigador. Se cree que se va a aprender a escribir a punta de gramática y sintaxis, cuando la escritura es de hábitos: es como si a usted le enseñaran a manejar carros con un manual de mecánica y no con la práctica”.

En fin. Este intento de editorial podría convertirse en un extenso artículo que recoge conceptos y puntos de vista sobre la poca lectura en nuestro medio y las falencias en la escritura. Y en este sentido, se podría decir que hay un consenso frente a las fallas, que por ellas mismas, dan indicios de las soluciones que deben asumirse. Es evidente que no hay una buena semilla lectora en el primer espacio o ambiente ideal: el núcleo familiar. Luego, viene la educación primaria y media; ahí, los profesores no exigen lo necesario o adolecen del tiempo pertinente para ese menester lingüístico; no hay pedagogías convincentes y motivadoras (apenas hay intentos en la actualidad); y por supuesto, también hay estudiantes que simplemente no quieren saber nada del asunto. Y después viene la etapa de la educación superior, en la cual, los profesores “suponen” que los estudiantes deben llegar con las suficientes bases de lectura y escritura, y claro, ellos no se consideran responsables de esa tarea. Y el círculo se torna vicioso. “No hablemos ya de escritura sino de lectura, que es la base de todo. Los niveles de lectura son muy pobres durante toda la formación y, por lo tanto, toda la estructura está mal. Se escribe con muchas limitaciones, con mucha pobreza y con muchos problemas porque se lee mal”, afirma el editor y escritor colombiano Camilo Jiménez Estrada, quien, según se reseña en la revista Semana, “hace cuatro años renunció a ser profesor de la Universidad Javeriana ante la incapacidad de sus alumnos de escribir apropiadamente”.

Creo que este debería ser un deber –vocación, incluso– compartido en las diferentes fases por las que pasamos en nuestra ruta académica. Estoy de acuerdo con aquellos que proponen que se le otorgue la debida importancia a la enseñanza humanística. Es necesario que hoy, de manera coyuntural, los centros de educación superior, en general, implementen talleres de lectura y escritura, en especial, cuando es necesario que estudiantes –junto con sus tutores– presenten de manera impecable sus tesis de grado, sus proyectos de investigación y sus propuestas de negocios y emprendimiento. No se puede seguir menospreciando –tal como suena–el lenguaje. No es tarde para adquirir sanos hábitos de lectura y escritura. Muy pocos han nacido para ser literatos, pero ello no implica echar a la basura la ortografía y la corrección lingüística. Y algo que debe ser una disciplina: hay que leer cuidadosamente lo que se escribe; hay quienes piensan que no hay necesidad de dar una segunda o tercera mirada; ello es fundamental, y ojalá por parte de una persona experta o distinta a la persona responsable de escribir el texto (no hay peor corrector que el mismo autor, dicen). Escribir bien, simple y llanamente es fundamental para transmitir las ideas de manera eficaz y eficiente; en todos los niveles y en todos los ámbitos. Eso sí: hay que tener el buen hábito de leer para intentar escribir para otros, no para nosotros mismos”.

Acotación: que no quede la idea de que solamente con un buen hábito de lectura lograremos aproximarnos a una aceptable escritura. Como lo dice el filólogo Américo Castro, a quien citan en el libro Escribir bien, publicado por el Instituto Cervantes: “a escribir se aprende escribiendo”.

5 de abril de 2017

Créditos:

Webgrafía de consulta (los URL tienen técnica de acortamiento aplicado): http://goo.gl/PjrWdX /  http://goo.gl/zl4u23 / http://goo.gl/h4O3ZT / http://goo.gl/lA9n10

Imagen copipegada de: https://goo.gl/94XQ3d (banco de imágenes gratuito).

Por:

César Augusto Muñoz Restrepo

Corrector de estilo editorial – Uniremington

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