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Educación

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Pilares gramaticales básicos en el mundo académico

En agosto y septiembre de 2016, el periódico institucional de Uniremington: En-Torno, me abrió sus espacios para publicar en dos entregas, dos artículos relacionados con la redacción con estilo (como reza el nombre de la serie). En el primero acogí la temática de los pilares gramaticales para escribir, especialmente en el idioma español; y en un segundo texto, me permití compilar algunos conceptos relacionados con las funciones de un corrector de estilo. Imagen copipegada de: https://goo.gl/uUajVG   En agosto y septiembre de 2016, el periódico institucional de Uniremington: En-Torno, me abrió sus espacios para publicar en dos entregas, dos artículos relacionados con la redacción con estilo (como reza el nombre de la serie). En el primero acogí la temática de los pilares gramaticales para escribir, especialmente en el idioma español; y en un segundo texto, me permití compilar algunos conceptos relacionados con las funciones de un corrector de estilo. Ahora bien, uno de los objetivos de publicar estos escritos, es compartir unos pensamientos y pautas que tienen una relación estrecha con el sector académico y educativo, donde estudiantes y docentes deben tener unas bases sólidas y actuales para la redacción de sus artículos y, por supuesto, que puedan diferenciar la presentación de un informe interno de sus proyectos de investigación, frente a la elaboración de una noticia, ensayo o análisis escrito en relación con esa propuesta o desarrollo investigativo. Y esto aplica para otros campos y áreas. En la segunda entrega ampliaré un poco el argumento del  por qué es útil que la comunidad académica tenga claras las funciones de un corrector de estilo y redacción, y la importancia de interiorizar las pautas de ese proceso para editar sus productos académicos, literarios, comerciales y hasta de relaciones públicas y corporativas. Dejo para ustedes entonces, el artículo concreto de esta primera entrega:  “Es recurrente una pregunta a las casas o fondos editoriales por parte de quienes aspiran a que sus textos –independientemente del género literario– puedan ser publicados: “¿Si el estilo de escritura es propio de cada autor, porque es necesario que nuestros escritos deban ser revisados por correctores de estilo?” Para aclarar varios aspectos sobre este asunto, me permitiré tomarme el tiempo de dos entregas: una, haciendo un referente contextual sobre los pilares gramaticales para un buen escribir; una segunda, en la que plantearé elementos concretos del perfil y las funciones de un corrector de estilo editorial. Ese “estilo” que se pule, es el que indudablemente soporta un buen escrito, una exposición y hasta un escrito impregnado de demagogia de “alto turmequé”, como se diría en Colombia. En este orden de ideas, repito una inquietud que leo y escucho permanentemente: “¿Qué es el estilo en un texto o en la redacción como tal?” Para responder, por lo general, me baso en “mi” bitácora de trabajo idiomática de la Real Academia Española de la lengua (RAE). Sin embargo, y tal como lo planteo desde el inicio, el estilo de redacción, antes que nada, refleja la personalidad de quien escribe o habla, poniendo a su servicio, de forma adecuada, los diversos recursos lingüísticos, expresivos y técnicos que brinda cualquier idioma. Criterios básicos  Dejo para ustedes algunos criterios –o pautas– que son trascendentes a la hora de proceder y valorar un estilo de redacción que se manifieste en una coherencia gramatical sin mayores quejas: Unidad temática de principio a fin. Sin divagar. Títulos, subtítulos y entretítulos, de una u otra forma deben correlacionarse, y por ende, el contenido. Esto facilita la comprensión de un texto o una exposición. Si se tiene que cambiar de tema, es mejor tratarlo en otro aparte. La claridad es esencial, tomada como la sencillez en la construcción de las oraciones (sujeto, verbo y complemento). Para temas complejos, los párrafos se pueden construir a partir de ideas más sencillas y específicas; la unión coherente de esas frases simples permite expresarse con mayor facilidad y hacerse entender. La concisión es fundamental (no confundir con la tacañería al escribir o con el estilo telegráfico). Se trata de ser directos y específicos con lo que se quiere expresar y sin demasiados rodeos. Si una idea escrita inicialmente en veinte palabras puede hacerse comprensible en diez, sin menoscabo de las normas gramaticales, bienvenida. Imagen copipegada de: https://goo.gl/GS4LRJ (Pïxabay: banco de imágenes gratuito). Hay otros parámetros complementarios y que deben tenerse muy en cuenta, dependiendo del tipo o el objetivo del escrito (negocios, proyectos, cartas comerciales, etc.). Estos son: La diplomacia enmarcada en el buen trato. Ser directo o radicalmente franco, no significa llegar hasta las expresiones agresivas y groseras. De hecho, escribir con diplomacia, por ejemplo una carta, compromete al destinatario a que responda en los mismos términos. La verificación de lo que se escribe o se habla es fundamental. De una u otra manera se debe dejar entrever que hay argumentos para afirmar, negar u opinar sobre cualquier tema. Además, ello previene la posibilidad de posteriores demandas. Incluso, hasta ciertas palabras deben ser consultadas en el diccionario antes de utilizarlas, porque puede suceder, y esto es común, que se escriba una palabra queriendo expresar algo, y sin embargo, la acepción del término es diferente o se expresa en un contexto equivocado. La sencillez al escribir ayuda a la comprensión y a la claridad. Hay que saber diferenciar cuando se redacta o se habla para un público diverso y cuando es válido elaborar textos con un lenguaje técnico o con la jerga particular de una profesión. Como algunos lo creen, escribir con sencillez no pelea con el estatus profesional o personal. La ubicación adecuada del perceptor se desprende de lo anterior. Si se tiene seguridad frente a lo que se quiere transmitir, es casi segura la claridad del público al que se quiere llegar. Si no, corremos el riesgo de enviar el mensaje a una audiencia equivocada o escoger unos perceptores erróneos para ese escrito, exposición o discurso. En síntesis, y como abrebocas para la segunda entrega, enfatizo en que la corrección de estilo va más allá de escribir bien o subjetivamente bonito; por lo mismo, se trata de aplicar conocimientos específicos sobre una disciplina –la lingüística– en los textos, para que todo mensaje que se transmita se comunique con la efectividad y la coherencia gramatical pertinentes en cualquier escrito que tendrá, así sea, tan solo un lector”. Por: César Augusto Muñoz Restrepo Corrector de estilo institucional de Uniremington cmunoz@uniremington.edu.co

Educándonos en netiqueta…

Hay que aceptarlo, y por demás, adaptarnos al mundo moderno donde ya predominan las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) a través de sus distintos canales y alternativas de interacción. En definitiva, en las redes sociales digitales no se lee ni se escribe tal como si lo hiciéramos en un texto físico impreso. Imagen copipegada de: http://bit.ly/1DAWrlv Hay que aceptarlo, y por demás, adaptarnos al mundo moderno donde ya predominan las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) a través de sus distintos canales y alternativas de interacción. En definitiva, en las redes sociales digitales no se lee ni se escribe tal como si lo hiciéramos en un texto físico impreso. Y así como las sociedades y las culturas nos han impuesto aquellas normas de etiqueta, protocolo y de relaciones públicas, también el mundo del ciberespacio ha ido evolucionando, para lo cual incluye también su autorregulación para la forma de escribir y comunicarse acorde con las circunstancias. De hecho, ya es fácil encontrarse con artículos que incluyen normas y pautas que se designan como: netiquette, término derivado del francés tiquette y del inglés net (red) o network. Por su parte, en el idioma español se acepta el uso del término netiqueta, tal como lo expresa la Fundación del Español Urgente (Fundéu): “Netiquette es una voz no española, por lo que, en caso de emplearla, debe escribirse en cursiva (o entre comillas, si no puede emplearse la cursiva). La forma españolizada netiqueta no está recogida en los diccionarios, pero se usa con cierta frecuencia y se emplea incluso en la Ortografía académica (en la p. 517). Etiqueta en la red y otras expresiones descriptivas similares son de fácil comprensión y también muy empleadas”. Dejo a su consideración algunos consejos prácticos y necesarios en el marco de la netiqueta para tener en cuenta, especialmente, en los correos electrónicos y en sus escritos en ciertas redes sociales: Escribir a través de correos electrónicos hace también parte de nuestras relaciones humanas o públicas, y entonces se da, por lo general, esa ley social: “la primera impresión es la queda”. En ese sentido, es importante el uso de un tono correcto del lenguaje, evitar al máximo las faltas de ortografía y gramaticales. Antes de enviar un mensaje hay que asegurarse de que está escrito correctamente y de manera clara (hay herramientas o aplicativos en los correos que nos ayudan en esta tarea, aunque no son cien por ciento confiables).  Hay que emplear un estilo de redacción adecuado y pensando en el tipo de destinatario. Hay que tener cuidado con el uso exagerado de los emoticones, y en especial, no utilizarlos en mensajes o escritos formales. En lo que tiene que ver con la forma, preferiblemente, los mensajes deben escribirse en texto plano, sin estilos ni adornos innecesarios. Además de que son más seguros estos correos, los mensajes en texto puro, sin colores, tamaños, negritas, etc., “pesan” menos en la red; llegan y se pueden “descargar” de manera rápida. Reitero algo que en otras columnas he enfatizado: no escribas en mayúsculas sostenidas; ello equivale prácticamente a gritar, a no ser que esa sea la intención. Pero realmente, si se quiere destacar una palabra o frase, existen las comillas, los asteriscos, e incluso, hasta el subrayado, que no es tan estético como quisiéramos.  Aclaro que no hago referencia a mensajes publicitarios, los cuales tienen otro tratamiento al respecto. Importante: es mejor redactar por párrafos, de manera coherente y que tengan secuencia para que el mensaje quede mejor estructurado, separados por líneas en blanco para no cansar con su lectura. Los especialistas en lectura, recomiendan no escribir líneas de más de 80 caracteres, además porque todavía existen monitores que no permiten visualizar más de esta cantidad por pantalla. Texto de apoyo recomendado Imagen copipegada de: http://bit.ly/2r55b3B Les recomiendo un texto que en el 2013 lanzó la Fundación del Español Urgente (Fundéu) y editado por Galaxia Gutenberg: Escribir en internet. Guía para los nuevos medios y las redes sociales, obra dirigida por el periodista Mario Tascón, y que, según la Fundéu: “facilita las herramientas necesarias para escribir con corrección en el mundo digital, tanto en el uso cotidiano y personal como en el profesional”. Precisamente, en referencia a dicha publicación, me permito retomar algunos conceptos y declaraciones que recogió Ana Mendoza (agencia Efe - 2012), que son muy propias a la temática expuesta: “Las redes sociales están generando preocupación por el lenguaje y los usuarios saben que si expresan de forma incorrecta sus opiniones, su mensaje pierde valor y los desprestigia’, le dice a Efe, Joaquín Müller, director general de la Fundéu BBVA…” Puede ser útil, señala Müller, “para el que lleva años utilizando el correo electrónico, pero desconoce sus normas de cortesía, para el que no entiende los emoticonos que recibe por el móvil, para los que empiezan en Twitter y no deducen su vocabulario, para el principiante que no sabe cómo dirigirse a su público en una red social y para el político interesando en su reputación online’. Como prueba del interés que la Real Academia Española le presta a los nuevos medios y a las redes sociales, el libro se presentará el próximo jueves en la sede de la RAE, en un acto en el que intervendrán, entre otros, su director, José Manuel Blecua, presidente también de la Fundéu BBVA; Mario Tascón y el músico Julián Hernández, cantante y letrista de Siniestro Total y con fama de excelente tuitero. En la red florecen nuevos usos lingüísticos, algunos de ellos heredados de los mensajes sms. Los signos de apertura tienden a desaparecer (“qué piensas?”), se producen “agolpamientos de palabras” (“diadeinternet”, “nonosvamos”) y la brevedad lleva a veces a escribir “salu2”, “ade+” o “bss”, afirma Tascón’. ‘La “k” parece adquirir un carácter reivindicativo en expresiones como “k kieres?”; hay palabras que se estiran, como “adioooooos”, “goooOOoool”, en un intento de “transmitir sentimientos”, y no es lo mismo decir “no” que “¡¡¡¡¡No!!!!!”’. ‘Esa “exposición pública permanente” que se da en los nuevos medios “obliga sin duda a la corrección. Cualquier falta de ortografía destruye el mensaje. Si lo hacía en las cartas íntimas de amor, ¡cómo no va a hacerlo en los textos públicos de la red!”, comenta Müller, plenamente convencido de que el futuro de la lengua “se juega en internet”. 15 de mayo de 2017 Créditos: Webgrafía de consulta (los URL tienen técnica de acortamiento aplicado): http://bit.ly/2r5qaUU  y http://bit.ly/1myXDy7 Por: César Augusto Muñoz Restrepo Corrector de estilo institucional de Uniremington cmunoz@uniremington.edu.co

Leer para escribir…

Por su vigencia, me permito reproducir y compartir con ustedes en Unired (Nuestra intranet), en el espacio de Edublog Uniremington,  el editorial que escribí para el volumen 3 / n.° 1, de la edición electrónica de RHS (Revista Humanismo y Sociedad, publicación a cargo del Fondo Editorial Remington (FER). Dejo a su consideración esta reflexión en la cual enfatizo al final sobre el buen hábito de leer para intentar escribir para otros y no para nosotros mismos. En ese sentido, me disculpo de antemano, si cometo dicho error… Por su vigencia, me permito reproducir y compartir con ustedes en Unired (Nuestra intranet), en el espacio de Edublog Uniremington,  el editorial que escribí para el volumen 3 / n.° 1, de la edición electrónica de RHS (Revista Humanismo y Sociedad, publicación a cargo del Fondo Editorial Remington (FER). Dejo a su consideración esta reflexión en la cual enfatizo al final sobre el buen hábito de leer para intentar escribir para otros y no para nosotros mismos. En ese sentido, me disculpo de antemano, si cometo dicho error… “Hay un tema –problema, para ser preciso– que hoy se viene “publicitando” en algunos medios de comunicación de nuestro país: los colombianos no sabemos escribir –generalización que no es mía–. Ahora, esta no es una grieta reciente. Es un asunto, que como pasa con otros, se menciona por oleadas; por épocas; así como las notas de campañas electorales. De hecho, basta con hacer una prueba casual: ingresar las palabras claves (“no sabemos leer en Colombia”) en un navegador de internet y los resultados se muestran en buen número, incluso, con fechas de 10 años atrás. Lo que no cambia son las percepciones y análisis: poca lectura –o anodinas pedagogías en los primeros años, al respecto– y, por ende, insuficiencia a la hora de escribir. Lo uno es consecuencia de lo otro, y en ese orden no conmutativo, en mi opinión. Vamos por partes. En primer lugar me permito hacer alusión al documento: "El papel formativo de la lectura", presentado en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, realizada entre el 28 de noviembre y 6 de diciembre de 2015.  He aquí algunos “comprimidos” que quiero mencionar para reiterar el por qué no leer –o no aprender a hacerlo de forma creativa– es el inicio del problema: “La lectura coloca a un escolar en posición ventajosa para el aprendizaje a diferencia de uno que no tiene acceso a libros ni hay en casa la costumbre de leerlos"; “agiliza la inteligencia, permite la comprensión de los argumentos de lo leído o escuchado”; “permite la realización de un proceso psicológico importante que es la realización de ´relaciones´ entre lo leído, visto, escuchado o pensado”. Y hay otros más que invito a leer directamente en el documento citado. El segundo ítem, desde luego, se refiere a la consecuencia de la falta de hábito de lectura: no saber escribir y expresar de manera coherente y limpia esas ideas que se agrupan en la mente. Al respecto, el 28 de noviembre de 2015, la poeta colombiana, Piedad Bonett, licenciada en Filosofía y Letras; dramaturga y crítica literaria por demás, puso de nuevo el dedo en la llaga en una de sus columnas semanales en el periódico El Espectador (después de su experiencia como jurado en un concurso de cuentos): “La lectura reciente de un número significativo de cuentos escritos por niños y jóvenes de primaria, bachillerato y universidad de todo el país, me lleva a ratificarme en un diagnóstico: el nivel de escritura de los estudiantes colombianos es pésimo. Un verdadero desastre. Y esto lo afirmo después de leer casi un centenar de cuentos ¡que son ya los elegidos como finalistas entre más de 30.000! Cómo serán los otros, me pregunto. Para ellos las tildes no han existido nunca, la puntuación es aleatoria e independiente del sentido, y la ortografía una función del corrector automático. El punto y coma ha muerto, y allí donde aún respira lo hace en el lugar equivocado. De las preposiciones ni hablar: usos tan errados como inimaginables. Todo ello entraña un menosprecio total del lenguaje, y casi aún peor, desinterés total por la corrección. Nada evidencia una segunda lectura del propio texto: palabras torpemente reiteradas, tiempos verbales incoherentes, frases inconclusas. Y eso, como dije, en los “mejores” del concurso. Este, auspiciado por importantes entidades, fue concebido como herramienta pedagógica y como instrumento para tomarle el pulso a la educación. Y lo cierto es que diagnostica muy bien el problema: varios años de llevarlo a cabo les ha revelado que la gran mayoría de los estudiantes colombianos, incluidos los universitarios, no tiene ni idea de escribir”. (El resaltado es mío). Y a partir de estas afirmaciones, por ejemplo, Elvira Cuervo de Jaramillo, presidenta de la Asociación de Amigos del Instituto Caro y Cuervo, opinó en una entrevista publicada por la revista Semana: “Se nota una terrible ausencia de educación en español… ¿Qué vamos a terminar hablando y escribiendo?”. Y en este contexto, el escritor y fundador de la revista El Malpensante, Andrés Hoyos, afirmó en este mismo medio: “El proceso de aprendizaje es castigador. Se cree que se va a aprender a escribir a punta de gramática y sintaxis, cuando la escritura es de hábitos: es como si a usted le enseñaran a manejar carros con un manual de mecánica y no con la práctica”. En fin. Este intento de editorial podría convertirse en un extenso artículo que recoge conceptos y puntos de vista sobre la poca lectura en nuestro medio y las falencias en la escritura. Y en este sentido, se podría decir que hay un consenso frente a las fallas, que por ellas mismas, dan indicios de las soluciones que deben asumirse. Es evidente que no hay una buena semilla lectora en el primer espacio o ambiente ideal: el núcleo familiar. Luego, viene la educación primaria y media; ahí, los profesores no exigen lo necesario o adolecen del tiempo pertinente para ese menester lingüístico; no hay pedagogías convincentes y motivadoras (apenas hay intentos en la actualidad); y por supuesto, también hay estudiantes que simplemente no quieren saber nada del asunto. Y después viene la etapa de la educación superior, en la cual, los profesores “suponen” que los estudiantes deben llegar con las suficientes bases de lectura y escritura, y claro, ellos no se consideran responsables de esa tarea. Y el círculo se torna vicioso. “No hablemos ya de escritura sino de lectura, que es la base de todo. Los niveles de lectura son muy pobres durante toda la formación y, por lo tanto, toda la estructura está mal. Se escribe con muchas limitaciones, con mucha pobreza y con muchos problemas porque se lee mal”, afirma el editor y escritor colombiano Camilo Jiménez Estrada, quien, según se reseña en la revista Semana, “hace cuatro años renunció a ser profesor de la Universidad Javeriana ante la incapacidad de sus alumnos de escribir apropiadamente”. Creo que este debería ser un deber –vocación, incluso– compartido en las diferentes fases por las que pasamos en nuestra ruta académica. Estoy de acuerdo con aquellos que proponen que se le otorgue la debida importancia a la enseñanza humanística. Es necesario que hoy, de manera coyuntural, los centros de educación superior, en general, implementen talleres de lectura y escritura, en especial, cuando es necesario que estudiantes –junto con sus tutores– presenten de manera impecable sus tesis de grado, sus proyectos de investigación y sus propuestas de negocios y emprendimiento. No se puede seguir menospreciando –tal como suena–el lenguaje. No es tarde para adquirir sanos hábitos de lectura y escritura. Muy pocos han nacido para ser literatos, pero ello no implica echar a la basura la ortografía y la corrección lingüística. Y algo que debe ser una disciplina: hay que leer cuidadosamente lo que se escribe; hay quienes piensan que no hay necesidad de dar una segunda o tercera mirada; ello es fundamental, y ojalá por parte de una persona experta o distinta a la persona responsable de escribir el texto (no hay peor corrector que el mismo autor, dicen). Escribir bien, simple y llanamente es fundamental para transmitir las ideas de manera eficaz y eficiente; en todos los niveles y en todos los ámbitos. Eso sí: hay que tener el buen hábito de leer para intentar escribir para otros, no para nosotros mismos”. Acotación: que no quede la idea de que solamente con un buen hábito de lectura lograremos aproximarnos a una aceptable escritura. Como lo dice el filólogo Américo Castro, a quien citan en el libro Escribir bien, publicado por el Instituto Cervantes: “a escribir se aprende escribiendo”. 5 de abril de 2017 Créditos: Webgrafía de consulta (los URL tienen técnica de acortamiento aplicado): http://goo.gl/PjrWdX /  http://goo.gl/zl4u23 / http://goo.gl/h4O3ZT / http://goo.gl/lA9n10 Imagen copipegada de: https://goo.gl/94XQ3d (banco de imágenes gratuito). Por: César Augusto Muñoz Restrepo Corrector de estilo editorial - Uniremington